Hay personas con Esclerosis Múltiple que afirman sentirse mejor ante el frío que ante el calor. A ellas parece sumarse un estudio de la Universidad de Ginebra (UNIGE) que ha confirmado que el frío podría aliviar los síntomas de la Esclerosis Múltiple.

Al obligar al organismo a aumentar su metabolismo para mantener el calor corporal, el frío resta recursos al sistema inmunitario. Esto conduce a una disminución de las células inmunitarias dañinas y, por tanto, mejora los síntomas de la enfermedad. Mirko Trajkovski, profesor del Departamento de Fisiología Celular y Metabolismo y del Centro de Diabetes de la Facultad de Medicina de la UNIGE, y autor principal del estudio, publicado en la revista Cell Metabolism, explica: “Demostramos que el frío modula la actividad de los monocitos inflamatorios disminuyendo su capacidad de presentación de antígenos, lo que hace que las células T, un tipo celular con un papel crítico en la autoinmunidad, se activen menos”.

Los científicos aplicaron la activación errónea del sistema inmunitario que causa la enfermedad autoinmune para demostrar que el frío es un aliado para los síntomas de la EM.

Las enfermedades autoinmunes, como la EM, se producen cuando el sistema inmunitario ataca a los órganos del propio cuerpo. Mediante el estudio de ratones que tienen un modelo de Esclerosis Múltiple, el equipo de investigación logró descifrar cómo la exposición al frío empuja al organismo a desviar sus recursos del sistema inmunitario hacia el mantenimiento del calor corporal. Durante el frío, el sistema inmunitario disminuía su actividad nociva, lo que atenuaba considerablemente el curso de la enfermedad autoinmune.

Trajkovski señala que “los mecanismos de defensa de nuestro organismo contra el entorno hostil son energéticamente costosos y pueden verse limitados por compensaciones cuando se activan varios de ellos”, por lo que “el organismo puede tener que priorizar la asignación de recursos en diferentes programas de defensa en función de sus valores de supervivencia”.

El científico concluye: “Nuestra hipótesis es que esto puede ser de especial interés para la autoinmunidad, donde la introducción de un programa adicional de coste energético puede dar lugar a una respuesta inmunitaria más suave y al resultado de la enfermedad. En otras palabras, ¿podríamos desviar la energía que gasta el cuerpo cuando el sistema inmunitario se desvía?”.

Los investigadores, para comprobar su hipótesis, colocaron a ratones que padecían encefalomielitis autoinmune experimental en un entorno de vida relativamente más frío (10°C) tras un periodo de aclimatación en el que se redujo gradualmente la temperatura ambiental.

Otro de los científicos, Doron Merkler, profesor del Departamento de Patología e Inmunología y del Centro de Investigación de la Inflamación de la Facultad de Medicina de la UNIGE, cuenta: “Al cabo de unos días, observamos una clara mejora de la gravedad clínica de la enfermedad, así como de la extensión de la desmielinización observada en el sistema nervioso central”.

“Los animales no tuvieron ninguna dificultad para mantener su temperatura corporal en un nivel normal, pero, singularmente, los síntomas de alteraciones locomotoras disminuyeron drásticamente, desde no poder caminar sobre sus patas traseras hasta sólo una ligera parálisis de la cola”, añade.

Merkler remarca que el hecho de que dispongamos de abundantes recursos energéticos “puede desempeñar un papel importante, aunque todavía poco conocido, en el desarrollo de las enfermedades autoinmunes”.

Los investigadores afirman que continuarán sus investigaciones para comprender mejor si su descubrimiento podría desarrollarse en aplicaciones clínicas.

-Fuente consultada: Tododisca

-Fuente original: Cell Metabolism